A lo largo de los últimos años, una gran parte de la compraventa de las viviendas eran de nueva construcción. Con el estallido de la burbuja inmobiliaria y recientemente, con la crisis generada por el COVID-19, la rehabilitación empezó a estar más valorada y las construcciones más antiguas y desactualizadas tuvieron una segunda oportunidad con soluciones que se adaptasen a las necesidades de sus propietarios o nuevos clientes.
A priori, apostar por nuevas construcciones es lo más atractivo para cualquiera: la idea de crear lugares adaptados cien por cien a nuestras necesidades, con nuestras preferencias y criterios es algo con lo que apenas de puede competir. Sin embargo, si atendemos a cuestiones de eficiencia y sostenibilidad, la rehabilitación y la reforma se posicionan como alternativas seguras en las agendas de los distintos organismos europeos y de las ayudas públicas, y es que revalorizan los parques edificatorios existentes y contribuyen a su recuperación.
Por otro lado, según datos expuestos por el Consejo General de los Colegios Oficiales de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria en España, la demanda de nuevos inmuebles eficientes ha crecido más de un 30% desde el inicio de la pandemia. A ello, se le suman estimaciones que prevén un incremento del porcentaje de la compra de viviendas unifamiliares. Todo ello nos lleva a concluir que los inmuebles eficientes y de carácter unifamiliar ganarán un mayor protagonismo en los próximos años.
Así pues, rehabilitar reduce el impacto negativo sobre el medio ambiente, sin embargo, no siempre resultará viable debido a la existencia de edificaciones obsoletas con condiciones de habitabilidad no admisibles hoy en día. Lo que sí podemos afirmar con seguridad es que el aprovechamiento de lo existente para cubrir las necesidades futuras no es ninguna utopía y aunque queda un largo camino por recorrer, los mecanismos y las ayudas están en marcha.