El sector de la construcción atraviesa un conjunto de desafíos que le impiden carburar con normalidad y le imposibilitan prever un escenario calmado. Tras dos años convulsos por la pandemia global, a finales del año anterior, el sector de la construcción presentaba un déficit de profesionales cualificados lo que hacía tambalear las ayudas provenientes de los fondos europeos y los plazos de ejecución de las obras.
Durante los últimos meses, la energía y más concretamente su precio, ha sido uno de los temas más hablados en la actividad económica de todo el continente y también de España. Así pues, a la falta de mano de obra cualificada, se le suma una crisis energética que trae consigo un incremento del precio de los combustibles que afecta a la producción de materiales y que, a su vez, impacta en varios procesos de la construcción, incluido el transporte.
A efectos prácticos en el aquí y en el ahora, estos desafíos han generado un encarecimiento y desabastecimiento de materiales que ha llevado a algunas pymes y autónomos a paralizar y cancelar proyectos, así como retrasar plazos y entregas. Sin embargo no todo es malo, pues la recuperación del sector tras la pandemia no ha sido tan lenta como podía esperarse y, además, parece que la demanda en el sector reforma sigue muy activa.
En resumen, el profesional y las pymes del sector de la construcción y de la reforma deben adaptarse ahora a un escenario cambiante y a un mercado inestable en cuanto a precios y materiales. Una vez más, la capacidad de resiliencia del sector y de sus actores se pone a prueba.
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